QUIERO RESPIRAR ya tiene portada, solo nos falta fecha de publicación.
lunes, 27 de octubre de 2014
lunes, 13 de octubre de 2014
Reseña para Quiero Respirar por Veronica Antonio Gutierrez.
Mi reseña de hoy es para "QUIERO RESPIRAR" de Chary Ca .
Un día me ha durado! mi casa patas para arriba pero yo enganchadísima, ¿qué puedo decir?…. que me ha sorprendido mucho porque para nada me esperaba que fuera así. ....
Parece la típica historia de chica conoce a chico que tienen encuentros fortuitos y una noche de pasión. ¡Pues no! En esta historia encontraremos altos y bajos, momentos de desesperación, noches de lujuria, risas y hasta algunas lágrimas que rodarán por nuestra cara. Tiene un poquito de acción, pero sobre todo deja ver el trasfondo de la historia... en donde si haces el mal sales perdiendo y donde los verdaderos amigos están ahí para ayudarte, ... con las “terapias tequilas” jajjaja..¡habrá que probarlas!. Te enseña que la familia siempre está a nuestro lado, pero por encima de todo que el amor siempre gana aun poniéndonos la zancadilla y llega un momento que nos deja respirar.
La lectura es muy amena, fresca y ligera y no quieres dejar de leer porque necesitarás saber más de la dulce pediatra y el guapo policía... ¡Madre mía Chary! ¡Pedazo de hombre me has puesto!…. ¡Mi David Gandy me encanta!.
Gracias por tus palabras convertidas en libro. Pero sobre todo gracias por dejarme volar a tu lado porque soy una de tus mariposas.
Un besazo preciosa.
Un besazo preciosa.
Verónica Antonio Gutierrez 2º chica Literatura Bajo Las Sábanas
Y gracias tambien a mi amiga y correctora Alejandra Alameda Jimenez la 1º chica Literatura Bajo Las Sábanas
- Book trailer
http://youtu.be/bK3Vz8yYT7M
http://youtu.be/bK3Vz8yYT7M
- Sipnosis
Mandy, una pediatra con un pasado digno de ser olvidado. Daniel, un policía entregado a su trabajo al que la vida le arrebató de la manera más trágica lo que más quería.
Un problema respiratorio hizo que sus vidas se cruzaran, los puso en el mismo lugar a la misma hora. Él necesitará que ella le ayude a respirar la vida y ella que el le ayude a quererla respirar.
¿Podrán llegar a ser el oxígeno que el otro necesita? "Quiero respirar"... una historia que te dejará sin aliento.
Un problema respiratorio hizo que sus vidas se cruzaran, los puso en el mismo lugar a la misma hora. Él necesitará que ella le ayude a respirar la vida y ella que el le ayude a quererla respirar.
¿Podrán llegar a ser el oxígeno que el otro necesita? "Quiero respirar"... una historia que te dejará sin aliento.
- Si quereis saber mas sobre las historias de Chary no dudeis en entrar en su blog, donde cada semana cuelga un nuevo capitulo donde nos dejara retratad@s con su camara.
martes, 7 de octubre de 2014
RESEÑA DE " QUIERO RESPIRAR"
Os invito a visitar este blog y leer la primera reseña de Quiero Respirar.
http://bookceandoentreletras.blogspot.com.es/2014/10/quiero-respirar-chary-ca.html?showComment=1412677992960#c162068075763954730
martes, 23 de septiembre de 2014
BOOKTRAILER QUIERO RESPIRAR.
Te dejo el booktrailer de la novela Quiero respirar de la que ya puedes leer los
tres primeros capítulos.
A la venta en AMAZON.
miércoles, 10 de septiembre de 2014
Llegó la hora de dar a Quiero Respirar lo que se merece.
Queridas mariposas llegó el momento temido y deseado.
Después de mucho meditar y de dejaros durante un tiempo la novela en descarga directa a vuestra entera disposición, es hora de dar un paso más en este sueño que hace unos meses comencé y en el que tuve el gusto de estar acompañada por mariposas fieles que con el paso de los días y los capítulos, de esta novela, se han convertido inevitablemente en la familia de mariposas de QUIERO RESPIRAR.
Desde hoy solo estarán disponibles los tres primeros capítulos de esta historia desde y, podréis disfrutar de ella pues ya estoy decidida, con el apoyo y ánimos de gente muy sabia en todo esto, a publicitar en Amazon.
Espero que este sueño poco a poco se haga más grande.
Un beso a todas y mil gracias mariposas, sin vosotras esto no hubiera sido posible.
PD: Si has leído y te gustó QUIERO RESPIRAR.
Si Daniel ya forma parte de tus amores literários, te animo a recomendarla y a dejar un comentario que anime a la gente a comprarla.
Después de mucho meditar y de dejaros durante un tiempo la novela en descarga directa a vuestra entera disposición, es hora de dar un paso más en este sueño que hace unos meses comencé y en el que tuve el gusto de estar acompañada por mariposas fieles que con el paso de los días y los capítulos, de esta novela, se han convertido inevitablemente en la familia de mariposas de QUIERO RESPIRAR.
Desde hoy solo estarán disponibles los tres primeros capítulos de esta historia desde y, podréis disfrutar de ella pues ya estoy decidida, con el apoyo y ánimos de gente muy sabia en todo esto, a publicitar en Amazon.
Espero que este sueño poco a poco se haga más grande.
Un beso a todas y mil gracias mariposas, sin vosotras esto no hubiera sido posible.
PD: Si has leído y te gustó QUIERO RESPIRAR.
Si Daniel ya forma parte de tus amores literários, te animo a recomendarla y a dejar un comentario que anime a la gente a comprarla.
OS QUIERO. CHARY CA.
jueves, 10 de abril de 2014
Capítulo 3.
—3—
Ese
martes salió hacia el hospital convencida de que llegaba el momento de contar a
las chicas la parte de la historia que no conocían, pero le daba vergüenza. Fue
muy duro disimular y solo su mentor, ahora jefe de pediatría, el doctor Alfonso
Perea, sabía una parte de la historia.
Llegó
al hospital y se dirigió al despacho de Perea. Quería comentar con él la
situación de Hugo y lo acontecido en su última guardia. Antes se pasaría por la
UCI para que la jefa de enfermeras, Teresa, le diera los informes del día
anterior. Teresa era seria y borde, aunque con ella siempre trataba de ser lo
más cariñosa posible, lo conseguía a duras penas.
Al
entrar en la UCI vio en una cama a Hugo. El niño aún tenía respiración
asistida, pero Ana, la auxiliar de guardia, le comentó que se encontraba
estable y lo más probable era que se la
quitasen esa misma noche.
No
encontró a Teresa y fue a buscarla a la UCI de adultos. Entró en el despacho desde
el cual se podía observar toda la sala. Se le encogió el corazón cuando en una
cama vio a una mujer en estado de coma. Junto a ella estaba el padre de Hugo con
la mano de la mujer entre las suyas y su frente apoyada en ella. Pobre hombre,
la vida era muy cruel con él, su mujer y su hijo en la UCI.
Cada
día estaba más convencida de que la vida era una broma muy pesada.
Teresa
entró, le dio los informes y Mandy se fue al despacho del doctor Perea.
Cuando
llegó, de inmediato llamó a la puerta.
—¿Se
puede, doctor Perea?
—Pasa,
¿cuántas veces te tengo que decir que en privado me puedes llamar Alfonso?
—Lo
sé Alfonso, pero no me acostumbro.
—Siéntate,
te esperaba. Antes de nada, ¿cómo estás?
—Bien,
dentro de lo que me permite la situación.
—¿Algo
qué deba saber?
—Bueno…
Nando se presentó el domingo en mi casa y me pidió perdón. Le dije que todo
había acabado, se puso violento como en otras ocasiones y me amenazó. Gracias a
Dios, un amigo llegó en ese momento y la cosa no paso a más.
Mandy
bajó la cabeza. Sabía que a Alfonso no le hacía gracia la situación y hacía
años que la instaba a que lo denunciara.
—Pero
¿estás bien?
—Sí,
no pasó nada. Ayer me llenó el buzón de mensajes de voz y bueno, no sé qué dirán
pues los he borrado sin oírlos.
Perea
se levantó y fue directo a sentarse en la silla a su lado.
—Mandy,
tengo que contarte algo.
El
doctor le explicó que se había enterado de que la comisión del hospital había
recibido una denuncia por abusos sexuales de una paciente. Investigaban a Nando
y, en breve, lo suspenderían de empleo y sueldo.
Si
eso llegaba a pasar, la situación se pondría fea, sobre todo para Mandy, debido
los brotes de violencia que él tenía.
Mandy
cerró los ojos, ¿cómo podía haber llegado Nando a semejante situación? Era un
médico de éxito, todo el mundo lo calificaba de eminencia y si seguía así, en
breve lo ascenderían. Lo buscaban de los hospitales más prestigiosos. Estaba
apenada por él, sentía el sabor de una pequeña derrota por no haber sido capaz
de apartarlo de todo aquello.
El
hombre del que ella se prendó, desde luego no tenía nada que ver con lo que las
drogas y las malas compañías hicieron de él. Estaba convencida de que ya nada
podía hacer por él, que todo empeoraría y no podría evitarlo.
Pensativa
salió del despacho, le prometió a Perea que lo mantendría informado en todo
momento, debía abrir bien los ojos y tener cuidado por lo que pudiera pasar.
Daniel
salió de la UCI cabizbajo, descorazonado, nada resultaba fácil; Maribel no
salía del coma, los médicos le decían que era una mujer joven y sana pero que
todo podía pasar. Lo mismo seguía en un coma irreversible, que despertar de la
noche a la mañana, y nadie le aseguraba las secuelas que le podrían quedar. Y
encima Hugo, su niño, también estaba ingresado. La médica de guardia le informó
que el niño se encontraba estable, la rapidez con que se actuó haría que Hugo
saliera sin consecuencias de ello.
Cuando
le dieron el parte médico se quedó más relajado, aunque un poco desilusionado.
Lo cierto era que esperaba que fuera la misma doctora que lo atendió quien le
informara, pero no fue así. Por eso se dirigió a urgencias para buscarla, no
sabía por qué, era extraño que en medio de aquella caótica situación no pudiese
dejar de pensar en ella. Ni un segundo, en esas veinticuatro horas, apartó esos
ojos de su mente.
Su
decepción fue palpable cuando el enfermero le comentó que ella libraba ese día,
pero que quizá el siguiente día fuera la encargada de darle el parte.
Caminó
sin dejar de pensar en todo aquello cuando, de pronto, al pasar por al lado de
la cafetería levantó la cabeza y la vio allí.
Le
pareció incluso ver una aureola a su alrededor y se paró en seco para
observarla desde la distancia sin ser visto. La miró largo y tendido con su coleta
alta, su bata blanca y su fonendoscopio al cuello. Al lado del nombre de la
bata llevaba prendido un muñeco que era una cara de payaso. Por debajo de la
bata, que iba abierta, se le veían unas piernas perfectas. Vestía una minifalda
roja conjuntada con unas botas negras sin tacón y de caña alta. Era perfecta,
aún en la distancia y con solo mirarla, notó cómo su pulso se aceleraba y tuvo la
necesidad de acercarse a ella, de tocarla. Algo lo paró a la hora de aproximarse.
Era raro en él, nunca tuvo problemas con el sexo opuesto.
Mandy
estaba apoyada en la barra y tomaba su café pensativa después de la
conversación con Perea. Tuvo la sensación de unos ojos clavados en ella. Se
giró impulsada por una atracción que la obligaba a darse la vuelta y en ese
momento lo vio. Era el padre de Hugo,
impresionante con esos vaqueros ceñidos y un suéter negro con cuello en
uve que se ceñía a su cuerpo y dejaba adivinar su musculatura. Sentir su mirada
hizo que se ruborizara y de inmediato volvió la cabeza. Lástima que estuviera
casado, la verdad, porque era un hombre guapo que la ponía nerviosa y
despertaba en ella un instinto que nunca había conocido. «Pero no, su regla
número uno era nada de hombres casados y menos con esposas en estado de coma», se
recordó.
Aun
así se giró para verlo por última vez, pero la decepción se hizo evidente
cuando vio cómo él se dio la vuelta y caminó hacia a la salida del hospital.
Sacó
el móvil y envió un mensaje a las sex.
Llegó el momento de ponerlas al día de la situación. Ya no podía seguir con
todo eso ella sola.
Esa noche
se reunieron en casa de Ro. Alberto estaba de viaje y Ro no tenía con quién
dejar a la niña. Cenaron juntas y más tarde Ro se llevó a Aitana a la cama, que
tras dos cuentos y cuatro o cinco canciones, se durmió y permitió a su madre sentarse
con ellas.
Mandy
comenzó a hablar:
—Chicas,
lo primero deciros que me cuesta mucho lo que os voy a contar. Sé que os
enfadará el hecho de que lo haga ahora y no años atrás, pero aunque no sea
excusa, me daba vergüenza y siempre pensé que podría cambiarlo.
—¿Qué
pasa Mandy? ¿Qué te daba vergüenza y qué podrías cambiar? —preguntó Ro.
—Dejémosla
hablar —intervino Pat que, más o menos, sabía por dónde iban los tiros.
—No
sé por dónde empezar… —se lamentó Mandy, a la vez que algo nerviosa se mordía
el labio. Le costaba narrar aquello.
—¿Qué
tal por el principio? —la animó Julia.
Empezó
a contarles lo que Pat ya sabía pues Álvaro se lo había contado. Luego les dijo
lo que Perea le había explicado esa misma mañana. Después, comenzó a contar
cómo comenzó todo.
La situación
comenzó muy poco a poco. Nando tenía mucha presión en el trabajo, llevaban dos
años juntos y su relación parecía no ser tan idílica como al principio. Ella se
decía que eso era algo normal, todas las parejas superan pequeñas crisis. Nando
empezó a esnifar coca de manera esporádica para poder soportar los largos
turnos de guardia. Aunque Mandy no se enteró de eso hasta mucho tiempo después.
Ella
lo notaba raro, su carácter cambiaba. Por la mañana, cuando despertaba, era el
Nando que siempre había conocido: atento, cariñoso y algo zalamero, pero
conforme avanzaba el día se convertía en un ser irritable, descontrolado y
malhumorado.
Una
noche cuando Mandy recogía la ropa, para poner una lavadora, sacó del bolsillo
del pantalón de Nando dos preservativos y una papelina de coca.
Lo
primero que le sorprendió fueron los preservativos. ¿Por qué Nando llevaba dos
preservativos si ella tomaba la píldora? ¿Y la papelina de coca?
Salió
al comedor con ello en la mano.
—¿Me
puedes explicar por qué estaba esto en tu bolsillo?
Él se
quedó perplejo e intentó reaccionar lo más natural posible.
—Cariño,
¿no pensarás que eso es mío, verdad? Cielito, ¿para qué voy a necesitar yo dos
gomas si tu usas la píldora? Y la coca, sabes que yo no necesito semejantes
estímulos. Tú eres mi estímulo.
—No
me has contestado, Nando. Y, por favor, no te burles de mi inteligencia.
Cuando
Nando vio que no fue capaz de convencer a Mandy con sus palabras, cambió de
táctica.
—Vale.
Los condones son para follar con alguna enfermera cachonda que me deje hacer lo
que tú no me permites, y la coca para poder sobrellevar la agonía de vivir con
doña perfecta. ¿Contenta?
—¡Así
que ahora soy la jodida doña perfecta! —le reprochó desafiante.
Mandy
sintió cómo si le hubiesen dado un puñetazo en el estómago, pues sabía que esa
vez sí decía la verdad. Se dio cuenta de lo que ocurría, como ella no quería
formar parte de sus juegos sexuales, él se buscaba su propia satisfacción.
—¡Eres
un cabrón, hijo de puta! ¡Vete a la mierda!
Y se
dio la vuelta lanzándole los condones y la papelina a la cara.
No llegó
al pasillo, él la intercepto y con violencia la lanzó contra la pared.
—¿Te
crees muy lista, verdad? —le dijo a escasos centímetros de su cara.
—No
me creo nada. Nando, suéltame, por favor.
—Así
me gusta, nena, que supliques, pero no te voy a soltar –dijo mientras la
sujetaba con una mano por debajo de la barbilla y con la otra se desabrochaba
los vaqueros—. Me he cansado de tratarte con delicadeza, hoy voy a tratarte
como la jodida calienta pollas que eres.
—¿Qué
haces, Nando? ¡No, por favor! ¡Me haces daño! —Tembló asustada.
—¿Qué
hago? —rugió a escasos centímetros de su cara—. Voy a follarte contra esta
pared y enseñarte lo que es satisfacer a un hombre. Hoy me vas a dar lo que yo
quiero, nena.
Mandy
lloró en silencio con cada embestida, sentía asco y náuseas mientras él la
besaba con furia y le mordía el labio inferior. Notó el sabor óxido de su
sangre, no soportaba el tacto de sus manos cuando recorrieron y arrancaron su
ropa. Cuando él acabó y la vio llorar, se arrodilló delante de ella al darse
cuenta de la situación y comenzó a sollozar como un niño.
—Mandy,
amor… ¡Perdón! No sé qué me pasa. Ayúdame, por favor, ayúdame —le suplicó entre
sollozos y pegó un puñetazo en la pared mientras ella se estremecía.
Lo
miró y sin decir nada arrastró sus pies hacia a la ducha. Lloró durante una
hora mientras el agua corría por su cuerpo. Sabía que Nando había abusado de
ella, pero… ¿cómo contarlo? Era su pareja, nadie la creería. Además, él estaba
arrepentido, ella lo quería y sabía que pasaba por un mal momento.
Tras
relatar uno de los peores momentos de su vida, Mandy respiró y limpió sus lágrimas.
Sus
amigas alucinaron y no pudieron dar crédito a lo que escuchaban.
Ro,
que la tenía cogida de la mano, habló:
—Pero
cielo, ¿cómo has pasado por esto tú sola? Sabes que nosotras te creeríamos.
—Lo
sé, pero no podía. Miles de veces os lo intenté contar pero fui incapaz, me
hacía daño incluso recordarlo. Era menos doloroso fingir que no ocurría.
Siguió
contándoles que después de ese incidente, ella se fue a Ibiza con la excusa de
ver a sus padres. Necesitaba pensar, tomar distancia. Fue aquella vez que él se
presentó en Ibiza para sorprenderla, fue hasta la casa de sus padres, llenó la vivienda
de rosas y gritó a los cuatro vientos que no podía aguantar la distancia porque
su corazón se paraba si ella no estaba cerca.
Aquello,
que a su madre y a sus amigas les pareció tan romántico, no fue más que un
episodio terrorífico en su vida. Pero su arrepentimiento la conmovió y decidió
darle otra oportunidad.
La
relación siguió, pero Nando continuó tomando coca. Después de ese día volvieron
a acontecer otros momentos violentos en los que él gritaba, rompía cosas o la
maltrataba psicológicamente; le gritaba que era una frígida, que no sabía que
había visto en ella, pues según él era la clase de mujer en la que nadie se
fijaba.
El
doctor Perea se enteró cuando uno de los ataques verbales fue delante de él, en
una de las salas del hospital. De ahí que fuera el único que estaba al tanto de
todo.
Como solía
pasar, él siempre se arrepentía, ella le perdonaba y le juraba que lo ayudaría.
Así pasaron los años. En cierta ocasión, incluso le propuso ir a un club de
intercambio, se negó y él le hizo un gran desprecio.
Mandy
supuso que Nando no era fiel, pero no fue hasta ese mismo día en que lo pilló
cuando su mente hizo clic y le gritó basta.
En
ese momento llegó un mensaje al móvil de Mandy.
«Amor, te extraño mucho. Estoy debajo de tu casa,
ábreme. Nando».
Por
fortuna Mandy no se encontraba allí. Las chicas se pasaron toda la noche dándole
vueltas a qué hacer y llegaron a la conclusión de que ella no podía estar sola
en su casa.
En
casa de Ro era difícil, aunque Aitana estaría encantada. En casa de Julia no
era muy conveniente, pues Mandy no quería llevar un cómputo de todos sus polvos
semanales. Lo mejor sería que, ya que Álvaro vivía en la finca de Mandy, Pat se
quedara con ella y así estaría cerca de los dos.
Mandy
despertó esa mañana tranquila, tanto como hacía años no lo estaba. Compartir
con las chicas la historia le quitó un peso de encima, sabía que no estaba sola
y que todo iría bien.
***
Una
semana después, Hugo y Daniel estaban en la habitación de planta. El niño
estaba ya en perfectas condiciones, se recuperó del todo y estaban a la espera
de que Mandy pasara para darle el alta.
Hugo
estaba encantado con ella, durante esa semana hicieron muy buenas migas.
Siempre lo trataba con mucha dulzura y le hacía reír con sus bromas. Además,
aunque Hugo era solo un niño, no le había pasado desapercibido que a su tío se
le iluminaba la cara cada vez que la doctora entraba por la puerta. También observó
las miraditas que se lanzaban, parecían los tontitos protagonistas de esas
novelas horribles que veía Antonia por la tele.
Daniel
estaba nervioso, esperaba cada día la visita de la doctora, sin saber cómo
hacer para acercarse a esa mujer. La verdad era que sentía algo diferente por
ella, algo que no había sentido nunca por ninguna mujer. Estaba seguro de que
ella y su sobrino se dieron cuenta.
Mandy
entró en la habitación donde estaban padre e hijo, «serán difícil de olvidar»,
se reconoció. Hugo era un niño encantador y su padre, aunque estaba fuera de su
alcance, llamó su atención desde el primer día con ese conjunto de músculos que
invitaban a ser tocados y esos ojos azules que le recordaban al color de su mar
mediterráneo; ese mar de un azul intenso, ese mar peligroso y a la vez tentador.
«Céntrate Mandy, tienes que hacer tu trabajo», se dijo.
—Buenos
días, Hugo, ¿cómo se encuentra hoy mi súper héroe favorito?
—¡Muy
bien! Mi papá me ha dicho que hoy, si tú me dejas, me llevará al Bioparc a ver
a los leones.
Mandy
miró a Daniel, sus miradas se cruzaron y los dos sintieron como, si aún en la
pequeña distancia que los separaba, sus cuerpos fueran recorridos por la misma
corriente alterna.
—Bueno
cariño, yo creo que estás en condiciones de ver leones, cocodrilos, focas y todo
lo que quieras, por mí no hay problema.
—¿Y
por qué no te vienes con nosotros? Anda, porfa, please.
Daniel
sonrió al oír a su sobrino. Había que joderse con el canijo, era digno hijo de
su padre. Parecía que intentaba lanzarle un capote con la doctora.
—Papi,
¿puede venir?
—A mí
no me importa que nos acompañe.
Nada
más decir la frase se reprochó a sí mismo, «menuda frase de mierda tío, así sí
que vas tú a conquistar a la doctora, ya podías ser más brillante».
—Hugo,
no puedo. ¡Ojalá! Pero hay muchos niños malitos que necesitan que los ponga
buenos para poder ir al Bioparc como tú.
—Ohhhhh
—se quejó Hugo decepcionado.
El
niño estaba seguro de que a su tío le haría muy feliz que ella les acompañara. Aquellos
días no lo veía sonreír salvo cuando ella aparecía, a pesar de ser un niño se
había dado cuenta de ello.
Mandy
se sintió mal al ver la cara de decepción del niño.
—Pero
otro día te prometo que mi princesa Aitana, que es la hija de mi amiga, y yo os
acompañaremos a que nos enseñes ese león del que hablas.
Dicho
esto, se dirigió a Daniel.
—Daniel,
ya te he dejado firmada el alta de Hugo. Todo ha sido un gran susto, no ha
habido complicación alguna y ya está listo para hacer una vida normal. De todas
formas, con el informe que te den pasa por su pediatra habitual y ella le hará
el seguimiento.
—Gracias.
No sé cómo agradecerte lo que has hecho por Hugo.
—Es
mi trabajo, no tienes que agradecer nada.
El
silencio se hizo entre los dos, ninguno sabía cómo seguir esa conversación.
Ella quería salir de allí, él no entraba dentro de sus planes más inmediatos y
si la miraba así empezaría a dudar de ello. Él no sabía cómo hacer para poder
quedar con ella después de recibir el alta. Se quedó paralizado sin poder decir
nada y antes de que reaccionara, ella se despidió.
—Bueno,
campeón, cuídate mucho. Daniel me marcho, debo seguir la ronda. Si necesitáis
algo ya sabéis dónde encontrarme.
Dicho
eso salió de la habitación y pensó que la frase final no era acertada. En fin,
mejor así. Hombres casados fuera de las cestas, nada de frutas prohibidas.
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Sin lectores no haríamos falta los escritores.
Reservados los derechos de autor. Obra registrada.
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jueves, 3 de abril de 2014
Capítulo 2.
-2-
¡Por
fin terminó su turno! Menudo día para tener resaca. Estaba muerta, aún le
temblaba el cuerpo cuando pensaba en ese pobre niño que a punto estuvo de
morir en sus manos y no se quitaba de la cabeza a su desolado padre, se veía tan
asustado y perdido… Si hasta tuvo que reprimir las ganas de abrazarlo. Recordar
cómo la miró la hizo estremecer. Era difícil olvidar la intensidad de esa
mirada tan azul. Pero ese hombre era terreno prohibido, hombre con mujer e hijo,
igual a nada de nada, se dijo al tiempo que movió la cabeza e intentó deshacerse
de tal sensación.
Y
después estaba el encuentro con Nando en el ascensor, ¿cómo era posible que
después de lo que había pasado aún se planteara siquiera reconquistarla? Tanto
tiempo con ella y qué poco la conocía.
En ese
último mes, no había pasado ni un día que no hubiera recibido WhatsApp o
correos de él, que por supuesto, ella borraba sin leer. También intentó hablar
con ella en el hospital, pero no lo consiguió.
«¿Pero
qué se pensaba? ¿Qué lo iba a perdonar una vez más? ¡Pues no!» La verdad que
Nando cambió mucho en los últimos cinco años. Nada que ver con aquel hombre
apuesto y encantador del que se quedó prendada.
Si su
familia y sus amigas supieran lo que pasó esos últimos años, no le perdonarían
que hubiera seguido con él. ¿Y por qué lo había hecho? Ni siquiera ella lo
sabía, pero algo le hacía perdonarlo y seguir a su lado, era como una adicción.
No lo entendía, quizás por su inexperiencia.
«¡Ufff!»,
pensó al llegar a su casa. Su familia aún no sabía nada. Era el momento de
informar a sus padres que no estaban juntos.
Sus
padres se jubilaron al poco de empezar ella la residencia y vendieron su piso
de Valencia para marcharse a vivir a Ibiza. Su padre, era un militar retirado
al que le gustaba navegar. Y a su madre le encantaba el sol y la playa, era lo
único que le importaba en la vida junto a sus novelas románticas. De ahí que
Mandy se llamara Amanda, sus padres se habían enamorado con la canción de Te recuerdo, Amanda.
Cogió
el teléfono y llamó a su madre.
—Hola,
mamá.
—Hola,
Amanda, ¿qué tal todo, pequeña?
—Bien,
mamá. Mucho frío.
—Pues
no te lo creerás, pero estoy en la terraza tomando el sol.
—Mamá,
cuidado con el sol. Al menos usarás protección, ¿no?
—Nena
por Dios, no hagas de médico conmigo. Para eso ya están tus pacientes y yo tengo
bastante más edad que ellos.
—Vale,
pero ten cuidado. Por cierto, tengo que contarte una novedad. —Tomó aire, no
sabía cómo decírselo, pero tenía que hacerlo, así que soltó el aire que había
retenido en sus pulmones y lo dijo—. Nando y yo ya no estamos juntos.
—Pero,
cariño, ¿qué dices? Seguro que será una riña de enamorados.
Así era
su madre, una mujer que pensaba que todo en la vida eran finales felices. Poco
a poco, le contó a su madre la historia, eso sí, sin lujo de detalles.
Nando
la conquistó desde el primer momento con su presencia y su saber tratarla. Era el
típico hombre que toda madre querría para su hija.
Le
costó dar crédito a lo que escuchaba, y no se podía creer que aquel hombretón
pudiera hacerle algo así a su hija.
—Pero
pequeña, ¿tú estás bien?
—Sí,
mamá, tranquila, lo superaré. Además, las chicas cuidan de mí.
Eso
era cierto, su madre sabía que ellas eran su familia desde que Mandy se quedó
sola en Valencia y ellos se mudaron a la isla.
Les costó
tomar la decisión de irse, pero les tranquilizó saber que su hija no se quedaba
sola en Valencia, pues las chicas estaban muy unidas.
—Mandy,
cariño, cuídate y prométeme que cuando ese trabajo tuyo te deje, vendrás a
hacernos una visita.
—Sí,
mama, lo haré, tranquila. Dale un beso a papá, os quiero.
—Y
nosotros a ti pequeña. Te extrañamos a diario.
Colgó
el teléfono con un suspiro, sabía que eso afectaría a su madre y cabrearía a su
padre, pero no había solución.
El
sonido del timbre la sacó de sus cavilaciones. Fue a abrir y no miró quién era,
pensó que se trataría de alguna de las chicas. Abrió la puerta y allí estaba
él, perfecto como esa mañana en el ascensor. Por él parecían no pasar las
horas, ni siquiera el cansancio le dejaba huella.
Intentó
cerrar la puerta, pero metió el pie y se lo impidió.
—Mandy,
cariño, no puedes evitarme siempre. Tenemos que hablar y lo sabes —suplicó mientras
la miraba con intensidad—. Por favor, déjame entrar. Solo será un momento,
luego me iré y si no quieres saber más de mí no te volveré a molestar.
Tenía
que conseguir que ella le diera la oportunidad de hablarle, estaba convencido de
que si la tenía cerca y le hablaba con dulzura, conseguiría que las barreras
que ella había levantado cayeran.
Necesitaba
que volviera a su lado, y si para ello tenía que mentir mentiría. Pero nada iba
a impedir que ella no estuviera a su lado. Estaba dispuesto a todo.
Mandy
dudó, sabía que tenía que afrontar esa situación tarde o temprano. Era algo inevitable,
así que abrió la puerta y lo dejó entrar.
Él
intentó darle dos besos y ella se apartó. Tenía claro que esa vez sería
contacto cero, no dejaría que él usara sus artimañas. Esa vez era definitivo,
no quería volver con él bajo ningún concepto.
Entraron
al salón. Él la siguió de cerca, Mandy le indicó que tomara asiento en el
sillón y se sentó en el sofá de frente. No quería tenerlo cerca. Esperaba no
tener que arrepentirse de haberlo dejado pasar. Le tenía miedo.
Él la
miró, respiró hondo y comenzó a hablar.
—Mandy,
amor, lo que viste no tiene explicación, no sé qué me pasó en ese momento, no
intento justificar lo injustificable, soy un necio y me merezco tu desprecio, pero
sabes que te quiero, que eres todo lo que necesito para ser feliz, que sin ti
nada tiene sentido. Eres la única mujer en el mundo con quien quiero estar.
»Ella
se me insinuó, yo había salido de una operación a vida o muerte; estaba
cansado, alterado, frustrado. El paciente se nos había quedado en la mesa de
operaciones y ella se acercó a consolarme.
—Sí.
Doy fe de que te consoló y de que tú la consolaste a ella —espetó Mandy entre
dientes.
—Pero
no significó nada. Ella no es nada para mí, ni siquiera la he vuelto a ver.
»Nena,
soy un fantasma sin vida desde ese instante, la casa no es lo mismo sin ti, te
necesito por las noches, dormir contigo y pegarme a ti. Por favor, Mandy, dame
una oportunidad, te demostraré a ti y al mundo que eres la mujer de mi vida.
Mandy
calló, no podía creer que ese hombre fuera tan cara dura para contarle y decirle
todo eso. ¿Pero hasta dónde llegaba su insolencia?
Al ver
que ella no se movía ni respondía, se levantó y se acercó, estaba nervioso y
ella lo sabía. Se arrodilló frente a ella y con el dedo en la barbilla le levantó
su cara. Le era imposible descifrar lo que sus ojos le mostraban, quizás se
trataba de indiferencia, rabia, tormento, o quizás una mezcla de todo, pero
quería su perdón. Lo necesitaba.
—Mandy,
por Dios, amor, dime algo. Abofetéame, grita, pero reacciona. Cualquier cosa
menos tu indiferencia.
Ella
lo miró un largo rato en el que su historia pasó por delante, como en un cliché
de película, vio todo lo que sufrió y el momento en que lo pilló hacía un mes.
Pasados unos instantes apuntó:
—No,
Nando. No te voy a pegar, ni gritar y ni a darte otra oportunidad. Tú y yo
sabemos todo lo que ha pasado estos últimos años, sabías que esto acabaría
tarde o temprano. Ya me cansé de ser tu tabla de salvación, que esté enamorada
de ti no te da derecho a hacerme pasar por todo lo que me has hecho pasar.
»Tienes
un problema con las drogas y con el sexo, tú lo sabes. Te dije que eso acabaría
con tu carrera, con lo nuestro ya ha acabado y lo siguiente será tu carrera.
Estaba enamorada de ti, o eso creía. Ahora ya empiezo a dudarlo, pero estoy tan
cansada y tan decepcionada que ya no puedo seguir.
Una
lágrima resbaló por la mejilla de Mandy. Hacía tiempo que tenía que haber sido
valiente, se hubiese ahorrado todo el calvario vivido. Ya no había marcha atrás,
a pesar de no estar segura de cuándo se olvidaría de él.
Se
levantó enfurecido, no le gustaba saber que no había marcha atrás, que no lo perdonaba
y que no le daba ninguna oportunidad más, que nunca volvería con él.
Se comportó
como un león enjaulado y de repente bramó:
—¡Hostia,
Mandy! ¡No me jodas, no puedes hacerme esto! ¡Me dijiste que nunca me dejarías!
¡Eres una puta mentirosa! ¡Yo confié en ti!
Enfurecido
y fuera de sí cogió un jarrón y sin pensarlo siquiera, lo estampó contra la
pared.
Mandy
se acurrucó en el sofá, temblaba, no era la primera vez que lo veía así y sabía
que la situación acabaría muy mal.
En ese
mismo momento alguien llamó a la puerta.
Se miraron
y ella se levantó a abrir. De un empujón la tiró con violencia sobre el sofá.
Se le puso encima y tapándole la boca con la mano, se acercó a ella y le ordenó
al oído de manera amenazante:
—Ni
se te ocurra contestar.
El
timbre sonó, quién fuera que estuviese allí sabía que Mandy se encontraba en
casa.
A
Nando no le gustó aquella insistencia y se preguntó quién cojones aparecía allí
en aquel preciso momento. La rabia lo consumía y estaba dispuesto a todo por
salirse con la suya.
Alguien
al otro lado de la puerta comenzó a gritar.
—¡Mandy,
abre la puerta de una puta vez o la tiro abajo! ¡Sé que estás en casa, veo la
luz encendida y tu coche está en el garaje!
La
casualidad hizo que Álvaro viviera en el mismo edificio que Mandy. Él era su
vecino del quinto; un tío grandote, guapo, profesor de karate en un gimnasio de
su propiedad y cinturón negro 10Dan. Además él y Patricia mantenían una
relación que estaba destinada a terminar en
boda .
Álvaro
aparcaba el coche en la plaza de al lado de Mandy, ella vivía en el segundo y
él en el quinto, aun así él subía siempre por las escaleras. Cuando pasó por la
puerta de Mandy oyó gritos y el ruido de algo estrellándose contra la pared.
Sabía que su amiga se encontraba en problemas, Pat le había contado lo de su
ruptura con ese gilipollas engreído y que por ese motivo ella volvía a ser su
vecina.
—¡Mandy,
joder! ¡Abre o tiro la puerta abajo o llamo a la policía! Hablo en serio.
Nando
ordenó a Mandy que abriera, conocía a ese tío lo suficiente como para saber que
no se andaba con tonterías y que no amenazaba en vano. No podía jugársela con esa
bestia humana, se escondió en la cocina mientras ella conseguía que se
marchara.
Mandy
abrió la puerta asustada, temblorosa y desencajada.
—Hola,
Álvaro. No he escuchado el timbre.
—Mandy,
¿todo va bien? —indagó preocupado.
—Sí,
no te preocupes, luego te llamo —tartamudeó poco convincente y con el terror
impreso en su cara. Sus ojos no dejaron de pedir auxilio.
Álvaro
la observó, sabía que todo era mentira y tenía que averiguar qué era lo que pasaba.
Si Pat se enteraba que no lo hacía, le cortaría los huevos.
—Vale,
aun así voy a pasar.
—No, déjalo.
—Insistió ella cada vez más asustada.
Álvaro,
con delicadeza la apartó y abrió la puerta, en ese mismo momento, una sombra
que se movió en la cocina llamó su atención.
Miró
a Mandy y le preguntó en voz baja:
—¿Ese
cabrón está aquí?
Ella asintió
con la cabeza.
No
necesitó saber más en dos zancadas se plantó en la cocina frente a Nando. Su
mirada desprendía furia. Sabía que debía controlarse, él podría matarlo de un
solo puñetazo si quisiera, pero esa no era la filosofía del arte marcial que él
practicaba. Pensó al controlar la respiración y la ira.
Cuando
lo tuvo todo bajo control le bramó:
—¡Eres
un cobarde, cabrón, te quiero fuera de este apartamento antes de que parpadee
dos veces! Y te juro que si te vuelvo a ver cerca de ella o le tocas un pelo de
la cabeza, habrás firmado tu sentencia de muerte.
Nando,
acojonado guardó las apariencias y sonrió con frialdad mientras decía:
—Musculitos,
tranquilo. Ya me iba. Pero esto no quedará así.
Álvaro
lo miró penetrante y repitió sus palabras:
—Ni
un pelo, ¿me oyes? O te juro que no respondo.
Nando
atravesó el salón, pasó por al lado de Mandy y sin dejar de sonreír le advirtió:
—Nena,
tendrás noticias mías.
Y
guiñándole un ojo se fue, como si allí no hubiera pasado nada.
Pero
¿qué le pasaba a ese demente?
Álvaro
se acercó a Mandy y la abrazó para tranquilizarla.
—Shhhh.
Tranquila, ya pasó. Estoy aquí.
Poco
a poco, la presencia de Álvaro la tranquilizó. Cuando ya estaba más tranquila
le contó lo sucedido y él le hizo prometer que si necesitaba cualquier cosa
acudiría en su busca. Ella se lo prometió y, tras quedarse sola, decidió tomar
un baño y poner fin a ese día tan penoso.
Nando
salió de casa de Mandy con un cabreo de mil demonios. Había vuelto a perder el
control, si no hubiera llegado ese maldito musculitos, a saber qué habría sido
capaz de hacerle a Mandy.
Sabía
que la había perdido, pero oírle a ella decir esas palabras le enfureció. Él la
quería, pero ella se empeñaba en ser tan perfecta, en no entender que por un
poco de coca no pasaba nada, en no querer practicar con él otro sexo algo más
divertido y excitante. Pero si quería recuperarla ese no era el camino. «Joder,
puto día de mierda», se dijo mientras se dirigía al bar de siempre. Necesitaba
una raya para pensar con claridad y quizás se desahogaría con alguna de sus
amiguitas a las que les gustaba jugar tan duro como a él.
***
Ese lunes
por la mañana, Mandy no debía ir al hospital al ser su día libre. Desayunaba
tranquila cuando su móvil pitó. Era un WhatsApp privado de Pat.
·
Hola,
guapa, tenemos que hablar.
Vaya,
Alvarito se fue de la lengua.
·
Hola,
¿qué pasa perla?
·
¿Hoy
trabajas?
·
No,
tengo fiesta.
·
Pues
entonces quedamos en la cafetería de siempre.
·
¿No
podemos hablar por aquí, Pat? Estoy cansada.
·
No,
quiero hablar contigo en persona.
·
Vale,
en media hora estoy allí.
Al
entrar por la puerta de la cafetería, Sergio la saludó como siempre.
—Hola,
cariño, ¿qué te pongo?
—Una Coca-Cola
Zero, por favor.
—Marchando
esa Coca-Cola para mí doctora juguetes.
Ella
sonrió. Él siempre la llamaba así, tenía una sobrina pequeña que le encantaban
esos dibujos animados y siempre los veían juntos. Un día, cuando Sergio le
contó que tenía una clienta en el bar que era pediatra, su sobrina le dijo que
entonces sería como la doctora juguetes y a Sergio le hizo tanta gracia que
desde ese día la llamaba así.
Tomó
asiento y Pat entró con cara de pocos amigos.
—Hola,
Pat, ¿no trabajas hoy?
—Sí,
pero le dije a mi jefe que saldría una hora para ir al ginecólogo.
—No
está bien mentir a tu jefe Pat. —Bromeó nerviosa.
—¡Que
le den! Esto es mucho más importante.
—Entonces
vamos a ver, ¿qué es tan importante? —le preguntó.
—No
me lo puedo creer, ¿después de lo de ayer en tu casa, haces ver que aquí no
pasa nada? Pero guapa, ¿a quién quieres engañar? Álvaro me lo ha contado
—informó algo indignada.
—Bueno,
no sé qué te ha contado Álvaro, pero no es nada del otro mundo. Cometí el error
de dejar pasar a Nando. Discutimos, se puso a gritar y llegó Álvaro. Ya está,
fin de la historia.
—¡Y
una mierda! —gritó furiosa—. Él estaba fuera de sí, estampó un jarrón contra la
pared, amenazó a Álvaro y te dejó asustada y jodida. ¿Eso no es nada del otro
mundo? ¡Eso es muy serio!
»Llevo mucho tiempo observándote, me callo porque no
quiero meterme en algo a lo que no quieres darme acceso, pero joder… ¡somos
amigas! Más que eso, eres como una hermana para mí y sé que con Nando las cosas
no son lo que parecen. Que pillarlo con la puta esa fue no poder ya negar por
más tiempo lo evidente, pero mi niña, tú no estás bien y si quieres que te diga
lo que opino, Nando te maltrata desde hace tiempo.
—Él
nunca me puso la mano encima —protestó.
—Mandy,
hay muchas formas de maltrato. Y tú lo sabes.
—Lo
sé, Pat, pero no quiero hablar de ello. No estoy preparada, quiero odiarlo,
despreciarlo y no me es fácil.
—No lo
vas a perdonar. Sé que dar el paso te costó, pero ahora para atrás ni a coger
impulso. Sácatelo de la cabeza. Ya te hizo mucho daño.
En
ese momento sonó su móvil, era una llamada de José, su enfermero.
—Niña,
guapa, ¿cómo amaneciste?
—Hola,
hombretón, estoy bien.
—¿Cómo
se te ocurre llamarme hombretón? ¡Si a mí me gusta más un chorizo que un cubata
a una fiesta!
—Eso
será...—dijo Mandy entre risas. José siempre la hacía sentir bien—. ¿Qué pasa
por allí?
—No
te lo creerás, pero casi me da un paro cardíaco cuando hace un rato ha abierto la
puerta ese pedazo de morenazo de ayer. Por un momento he pensado que venía a
pedirme chiqui-chiqui —explicó, lo
que provocó la risa de Mandy de nuevo.
—Y
seguro le habrías dicho que sí.
—Por
supuesto, niña. José no perdona ni borracho a un griego de danone.
—Pues
nada, date el gusto.
—¡Mis
ganas! Preguntaba por ti, mi niña —le comentó y Mandy no creyó lo que escuchaba—,
para darte las gracias en persona. Le he dicho que hasta mañana no vendrías y
que entonces le darías en persona el parte del niño. Mi niña este puede ser tu
clavo.
—Déjate
de tontadas, para clavos estoy yo. —respondió y rio a carcajadas—. Te dejo,
guapo, que estoy con Pat y me mira con cara de pocos amigos.
—Dile
a la resalá esa que cuando quiera nos
vamos a bailar merengue. Besos mi niña.
Mandy
colgó el teléfono y volvió a prestarle atención a su amiga Pat, que aún estaba
algo enfadada.
—Bueno,
a lo que estábamos —dijo Pat.
—Sí, lo sé —se quejó Mandy—. De acuerdo, no
voy a volver con él y lo voy a olvidar. Te prometo que en otro momento te
contaré todo, pero hoy no soy capaz Pat.
Gracias por leer este nuevo capítulo. Espero tus comentarios ellos me ayudan y me motivan a seguir en esta aventura.
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